sábado, 14 de febrero de 2009

Circunloquios

Su vida está llena de buenos recuerdos, lamentablemente, son solo algunos los que recuerda a la hora en que su cuerpo toma conciencia de su muerte, un hecho inminente para todos.
De no creer en la eternidad, ¿llegaría a ser relevante aceptar las consecuencias de como pasamos nuestro tiempo en la tierra? De ahí que quizás deberíamos tomar a la muerte con más frivolidad. Y como cierta ocasión mencioné “nunca sentí la necesidad de buscar, ó, dejarme encontrar por algo divinamente supraterrenal, solo un largo proceso por ocultar lo malo de nosotros.”

Como aquel burdo ensueño, en el que aparecía en pelotas en la sala de un concurrido edificio, y frente a mi, un letrero que decía: “la desnudez está estrictamente prohibida”. Ensueño que me recordaba que las reglas son un mal necesario de la sociedad, aunque muy mal definen los criterios de normalidad. El que la masa funcione en relativa armonía bajo dichas reglas no otorga el derecho de catalogar como inadaptados o disfuncionales a los que no encajan en dicho grupo (me incluyo en el). Ejemplifico un hecho médico simple. Los rangos normales de presión arterial van de 60-90 y de 100-140 mmHg. Pero hay individuos que muy bien toleran presiones por debajo de estos límites (hipotensos), e incluso viven mucho más tiempo que aquellos que considerarían estar dentro del “rango normal”. Aquellos hipotensos están en perfecta homeostasia, al igual que ciertos individuos que no viven bajo ciertas reglas. Quizás deberíamos considerar revisar viejos paradigmas…

Desvaríos que me recuerdan un viejo, antiguo y pecaminoso pasaje. Se inició hace ya tiempo. Raquel, aún en condición de estudiante, aumentó la frecuencia de visitas a su nuevo médico, y no justamente por estar estropeada. Y a pesar del par de lentes y su aire altanero, consideraba simpático que el reaccionara mostrando su retorcida sonrisa ante sus chistes, sacados del mejor chicle…¡Bazooka!. Notó que aquel lenguaje médico refinado, las palabras rebuscadas que en ocasiones ella dudaba si existían y su filosofía barata, solo representaban…un afán por verse menos vulnerable.
En el encontraba sosiego, anhelada redención e hipócrita alegría. Así como la religión es el opio de las masas, él pronto se convirtió en una necesidad, era el opio de su marchita alma.

Tras una semana, fue invitada a su casa, compartieron una cena y una épica historia. Al llegar media noche, la llevó a una de las tantas habitaciones vacías, justamente a la suya, la recostó y se sentó a su lado. Después de besarla en la frente se aprestó a marcharse, pero Raquel le retuvo al tomarle del brazo. Se levantó y apagó la luz, ella siguió sus pasos, y, una vez que se sintieron frente a frente, comenzó un frenesí de besos, caricias y suaves mordiscos. Uno a uno, fueron cayendo los andrajos, hasta que solo se sentía el calor emanado del cuerpo. Pasó su suave pero hidratante lengua por su varonil cuello, tomó un atajo por su pabellón hasta retomar nuevamente la boca. El por su parte, la tomó con fuerza, y con una hábil maniobra la giró 180º, dejando a merced suya el cuello, dorso y prominentes posaderas, mientras su humedecida mano se regocijaba en la entrepierna de Raquel y…

Se escucharon tres pasos, el golpeteo de la puerta y dos disparos. Era la esposa, que había llegado dos días antes de lo programado.

¿No podríamos considerar esto tan solo como...un mal entendido?

jueves, 12 de febrero de 2009

Suceso dramático-emocional clásico

Emprendieron el viaje de retorno a casa, caminaban tiernamente tomados de la mano por la misma sucia calle, por las mismas nueve cuadras y media que les separaban de la facultad, entonando los mismo sucios diálogos: “¿Quien te quiere, quien te ama?...Rata se llama”
En cuestión de segundos, pasó de la simple molestia a la total discordia, cuando ella decidió que era hora de frecuentar a nuevas personas, solo en afán de no entrar a la rutina. Rutina que se había establecido hace ya mucho.
Pero su verdadero afán era disimular su evidente tedio al tenerle a su lado. Tedio del cual se percató hace ya mucho, y que lo veía acercarse como futuro 9º rompimiento, despertando cierta ansiedad en el, al imaginarse nuevamente solo. Veía peligrar su dependencia emocional, sus múltiples dosis de navajas y sexo alocado y en cuyo lugar se instalaban el vacío crónico, ira incontrolable y una autoimagen desgastada por los múltiples intentos de suicidio, 9 para ser precisos. Todo un vano esfuerzo por evitar el abandono, profundizando aún más su inestable relación.

El paseo se convirtió en una frenética marcha, él detrás de ella, entablando un devaluado soliloquio, excusándose por su comportamiento y promesas de cambio que caían estrepitosamente de su boca. Renegando contra su infancia, contra su terapeuta y contra los placebos y el citalopram, que lo único que habían logrado era resecarle la boca. Nada fue efectivo para cambiar su parecer, ella siguió caminando presurosa, hasta perderse por detrás de la puerta de su casa.

Le habían cerrado la puerta en la cara y la idea de que no se hubiesen despedido de el le revolvía la sesera. Necesitaba un trago de agua para su reseca boca, aunque uno de vino vendría mucho mejor. Y frente a los 140 Bs que puede llegar a costar una botella de Navarro Correa y a la creciente crisis, no fue tan mala la idea de los 3Bs que le costaron una jeringa, el alcohol medicinal y la naranja para un efectivo cóctel.

Lamentablemente terminó con los flexores de la mano desmochados, al saborear nuevamente la automutilación.

lunes, 2 de febrero de 2009

Canela maldita

Hay un periódico en mi ciudad que me hace los domingos tétricos. No podría explicar muy bien qué es lo que sucede, lo cierto es que siempre que termino de leerlo me dan ganas de morir. Empezando por la compra, toda va de mal en peor: las periodiqueras la traen conmigo, que no tienen cambio, que justo se les acabó, que tengo cara de pocos amigos, etcétera. Cuando finalmente me hago del ejemplar lo primero que leo son los titulares sañudos, parcializados... completas mentiras; afortunada o infortunadamente, la costumbre es capaz de paliar las indignación más férrea; por eso a nadie le importa la pobreza, la injusticia, la degradación ecológica, el maltrato infantil; y si le importa a lo sumo se limita a denunciarla, tal como yo estoy haciendo en este momento.
Abordo el periódico en orden: primero el cuerpo A, donde están las noticias de interés nacional y las notas internacionales... pura mierda, puras malas noticias. Me voy al segundo cuerpo y me encuentro con malas noticias que suceden en mi espacio inmediato cercano, de contrapunto ponen artículos sobre empredimientos empresariales pero son tan aislados y tan pequeños que sólo aumentan mi tristeza.
Se supone que el cuerpo C, trae las notas más interesantes: cultura, tecnología y avances médicos. Me leo el artículo de portada y me doy cuenta de lo marginal de mi vida. Paso a la página 2 y me topo con las peores blasfemias proferidas contra un ícono de mi juventud. Y yo pensaba que no había nadie en el mundo que pensara así de ese hombre. Toda mi fe en la humanidad está perdida.
Finalmente me dirijo al objeto de mi compra: los anuncios clasificados. Clasificados 1, nada; clasificados 2, puros anuncios de empresas que te obligan a vender malos productos por sueldos míseros o peor, por comisión; clasificados 3, nada. Totalmente frustrada cierro el periódico y me cuestiono muchas cosas, por ejemplo, el hecho de que gente más tonta que yo esté haciendo más dinero; el que sea necesario trabajar en algo que no me gusta, o todo el puto sistema que te induce a tomar decisiones que van en contra de tu naturaleza. Estoy completamente de acuerdo con Bukowski: toda esa gente que se rompe la espalda trabajando en sus oficinas vive como un vegetal. Tal vez, si alguien dependiera de mí, no tendría tiempo de pensar en estas cuestiones.

Todo esto es una porquería y este periódico inmundo sólo lo confirma. No hay ni una sola línea de esperanza para mí ¿No podría ser un poco más como la televisión? Algo de entretenimiento fácil y humor muy de vez en cuando; o como Opinión, que tiene sus revistitas de fin de semana en los que siempre hay algo interesante. Pero no, este mórbido periódico se impone, se alía a ese agujero negro que se llama domingo, me devora y luego me escupe el lunes en la cara.