lunes, 20 de julio de 2009

Mas sobre el Pie de limón

De regreso, visito nuevamente aquel "calmo" lugar, cuyos muros posteriores se alzanban sobre los 3 metros, por delante tan solo mas muros y rejas. Por dentro un amplio jardín, césped bien cuidado sobre el cual reposan y se acarician doradas hojas que se precipitan desde inmensos árboles vaticinando la llegada del otoño. Tan solo un afán por minimizar aquel encierro, adecuado para continuar la búsqueda de aquella preciada realidad alternativa.

Quiero descolgar al sol,
chapalear entre las hojas,
estirar mi soledad,
correr entre los pasillos
y buscar la realidad
de que el perro no sea perro
y nada mas.

- ¿Pero porque tanta insistencia mi querido Marof? ¿Acaso es un síntoma de dependencia?¿Estúpida paciencia?¿O solo regocijo del cuerpo?
- Y es que extraño mucho sentirme mal, necesito agudizar otros sentidos, alimentar la autolamentación y aquel mortal deseo reprimido.

Aquellas frías, delgadas y blancas manos, suplicando liberación. Jugaban entre sus andrajos y sus ataduras. Puso entre sus labios un cigarro, aspiró dos veces y un tierno beso y una exhalación le pasaban el intoxicante humo. Quizás no podría compartir el resto del cuerpo, pero si un buen pucho.
A la mañana siguiente y tras tres duras semanas de desintoxicación, análisis de personalidad y falacias expuestas a la psiquiatra, que por cierto era la menos "cuerda" de todos los presentes en la sala, incluyéndome a mi ("cuerdo" se dice que todos encajan en mayor o menor grado entre las tres principales patologías psiquíatricas: Neurosis, psicosis y trastornos de personalidad. No me pregunten donde encajo) Dicha psiquiatra portadora de un tic muuuy insinuante en el ojo, con aquel espasmo en el párpado, anoréxica silueta, diálogo entrecortado o en ocasiones soliloquios, temblor fino en las manos al manipular objetos. Hasta ahora que caigo en la cuenta de que es ella una posible consumidora de antidepresivos.
Volviendo con nuestros protagonistas. Decidieron perderse un par de minutos. Recostados en aquella estrecha piltra, tan estrecha que no permitía maniobrar a los calenturientos amigos. Pero para estas cosas la creatividad no falta. Bajaron el colchón. Ya al tenerla recostada panza abajo puso sus suaves manos sobre su tierna espalda, vigorosos y contorneantes movimientos de pulgares descendían desde el cuello, surcando el ligero canal que se formaba a lo largo de su esbelta columna, alcanzando el punto más inferior de la gloria y el placer. Maniobras clónicas que dejaban sensaciones de tenuidad y sosiego, un descanso material a su psiquis, a su relativa y circusntancial sustantividad. Eran sensaciones que transmutaban su percepción, hasta llegar casi a la sugestión. Momento adecuado para reactivar el festín del sexo. Como aquel exquisito Pie de limón, que tras el primer mordisco te deja una agridulce sensación, tan sustancial, que ante la apariencia sólida termina lubricando tus fauces. Tal sensación evoca mi mente al degustarla, una mezcla de frios miembros, que penetran con lentitud y que se funden en aquella ardiente y estrecha oquedad. Nada se compara con aquel primer contacto.
De pronto suena el celular...Mierda!!! Que pésimo momento.
Del otro lado de la línea se escucha un memorable backtone...
Ella durmió al calor de las brazas
y yo desperté queriendo soñarla
algún tiempo atrás pensé en escribirle...
Al escuchar su voz tuvo la dicha de regocijarse en recuerdos nostálgicos. Aquel "inocente" rostro, dulces labios rosados y risueños negros cabellos y la única imagen erótica cierta entre estos signos, como el contorno escondido de sus senos a través de la blusa y el corpiño de encaje blanco, acompañado por un hidratante beso. Lo que me lleva a recordar nuevamente otro fragmento:
Porque supe al despertar
que mis sueños eran ciertos
y mi propia realidad
superó la fantasía
de ser vos la fuerza que
de la nada hizo vida y me la dió.
De vuelta a los amantes...
Aprovechó el tiempo para descifrar el mapa de aquella femenina materia, no más que un pueril intento. Pero muy a parte del sobremencionado tono de piel, se dibujaban coquetos contornos, surcos y recovecos naturales, y entre ellos, tatuada la automutilación. Se le antojaba excitante volver a jugar con navajas. Un poco de dolor entraña mas placer.

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