viernes, 30 de enero de 2009

¿Condición o convicción humana?

¿Que tan perverso puede ser el hombre? ¿puede considerarse pérfido cierto tipo de comportamiento? ¿o tan solo responde a un instinto arraigado en lo más profundo del límbico?. Se sabe que una madre puede llegar a devorar a sus crías si es necesario, aunque muchas veces no podemos explicar este fenómeno, los expertos consideran que es un mecanismo de autocontrol, caso contrario la situación llegaría a ser anárquica, la superpoblación y hambruna tomarían lugar.

Es algo que no se aplica a los humanos, por ese mismo hecho, "la condición humana". La piedad o el placer someten finalmente a la razón. Nietzsche a parte de misógino, hablaba de la egemonía del superhombre. En resumidas cuentas, debía sobrevivir el más fuerte y se debía ayudar a morir a los débiles (dentro de los cuales se contemplaba a los cristianos, individuos con tendencias suicidas, los ayunadores, etc). Me gustaría añadir a esa lista a los limítrofes y dirigentes políticos, que en su mayoría sufren de oligofrenia. "Cualquier parecido con la realidad, es mera intencionalidad".

En 2005 y tras años de arduas jornadas de investigación, se logró resolver un hecho macabro que trasmutó la sensibilidad y sació el morbo de centenares de ciudadanos de Ciudad Peluche, un paraje veleidoso.

En la conservadora ubicada en el sótano de cierto domicilio particular, fué hallado un cuerpo en cajas de cristal, que albergaban restos humanos femeninos ubicados en forma aleatoria, en cortes axiales perféctamente ejecutados. Cortes finos, dignos de exposición del mejor anfiteatro.

Del autor, se rescataron las siguientes apreciaciones:

Cualquier hombre es asesino en potencia, algunos necesitan un móvil, por ejemplo la venganza, defenza propia, asalto agravado. En cambio yo, tan solo intento saciar mi insaciable y sangriento deseo por llenar un vacío.

No se exáctamente como comencé con este comportamiento, el recuerdo más remoto que se aproxima a aquel momento fué, cuando en mis años de pre-grado de medicina solía cuestionarme acerca de cuál sería la sensación más cercana, equivalente a disecar un cadáver de anfiteatro, pero en este caso in vivo. Inicié imaginando incisiones hechas en mi brazo por mi mismo, individualizando los músculos, verlos contraerse, ver latir una arteria, o mi corazón. Posteriormente empecé experimentando en mi muslo y solo en mi muslo, pues no es accesible a la vista de cualquier persona, y otras incisiones en el resto del cuerpo hubiesen levantado erróneas sospechas de conductas suicidas.

Los primeros cortes eran dolorosos, conforme iba avanzando, el dolor cedía ante un extraño y heterogéneo sentimiento de repulsión y placer. Impresiónaba como algún cuerpo ajeno al mío, mucho más cuando conseguí atravesar piel, tejido graso y aponeurosis (aquella membrana que envuelve a la mayoría de los músculos). Ahí me detuve, en actitud juguetona traccionaba aquella membrana con la punta del bisturí, momentos en los cuales me sentía mucho más ajeno a mi, mientras una gélida sensación bajaba por mi espalda, hasta que caía en la cuenta de que había sangrado ya bastante. Con el pasar del tiempo, aquel ritual que en primera instancia placentero, se tornó tedioso. Debía experimentar cosas nuevas.

En aquel cuerpo fué que encontre deleite sin igual, a pesar de su debilitado temple. Su tersa, fría y lisa piel, de contornos, recovecos, cavidades y protuberancias pronunciadas. Dejaban discurrir con agrado a la fina hoja de acero inoxidable, que se abría paso entre cada una de los surcos de aquella suculenta piel, hasta desangrarse afanosamente. Entre sus entrañas y el aroma visceral, encontré un peculiar bálsamo. Deleite efímero, que se desvanecía cuando cerraba los ojos y al abrirlos me encontraba finalmente con el ente exánime, en el que se convertía por descuido mio. Nuevamente volví a sentir regocijo en cuerpo ajeno, sin aquella gélida percepción surcando mi espinazo.

Contribuyo con la naturaleza al control de la superpoblación, que de no ser por nosotros "los predadores", los accidentes de tránsito, las trágicas pestes y una uva atorada en la glotis, pues, esta se habría salido de nuestro mando.

1 comentario:

  1. puñeta que yo soy bordeline!! Pero Alfonso Claros piensa que yo y mi grupo de amigos pusilánimes somos un estadio intermedio hacia un humano superior. Eso me sirve de consuelo... a veces.

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